Los profetas fueron militantes esforzados, aunque muchos de ellos fueron llamados en las horas del miedo (“que no soy capaz”, “que no se hablar”…). Recordaríamos el centinela de Isaías, esa actitud de estar alertas.
Juan Bautista, centinela de las vigilias de la llegada del Reino en Jesús, sabe convocar sin ponerse en el centro (“detrás de mí viene alguien que es antes que yo”:Jn 1,30), da un impresionante testimonio de coherencia entre su vida y su predicación, sabe protagonizar una marcha de penitencia y conversión, sabe incluso retirarse a favor de Jesús cuando llega el momento oportuno ( “conviene que él crezca y yo mengue”, Jn 3,30), denuncia sin rodeos la corrupción de los poderosos, y se mantiene militante hasta el final, hasta dar testimonio con su sangre.
Jesús mismo, cuando exige renunciar, carga la cruz, estar dispuestos a dejar la propia vida en la tarea, etc., está exigiendo esa especie de militancia cristiana. Y pide que al mismo tiempo nos consideremos “siervos inútiles: no hicimos más lo que teníamos que hacer”.
Ser cristiano es una militancia: vivir y luchar por
En términos no sólo más cristianos sino explícitamente eclesiales, diríamos que todo lo que sea “diafonía” y “ministerio” sería una especie de “militancia pastoral”, al servicio del Reino de Dios. Para que precisamente el pastor no sea un funcionario, para que no haya como “momentos de pastoral” o “servicios pastorales de fin de semana”, sino una especie de actitud constante de “militancia pastoral”. También se exigiría en términos cristianos esta acuidad de vista y de oído para saber cuándo uno debe provocar un gesto profético, cuando uno debe exigir quizá a los propios pastores una sensibilidad concreta, una palabra necesaria, una presencia oportuna.
Se trataría siempre, en todo caso, de una militancia- por – el Reino, “al acecho del Reino"...
Aporte de Gerardo Duré - Para ir preparándonos
No hay comentarios:
Publicar un comentario